A Jesús le importa tu vestimenta tanto como le importa tu comportamiento en todos los demás aspectos de tu vida. Lo llamamos virtud, que el Catecismo define como «una disposición habitual y firme a hacer el bien» (1803). Sin embargo, esto no es solo pasividad, sino que requiere acción de nuestra parte.
En las Escrituras, Jesús se encuentra con las personas donde se encuentran. Se acerca a ellas en su fragilidad, a veces arraigadas en el pecado. No las obliga a nada, sino que las invita simplemente a seguirlo.
Aquí es donde la mayoría de la gente se confunde y, francamente, es lo que diferencia a los católicos del resto del cristianismo.
Si elegimos esa vida, seguirlo en todo, entonces él espera de nosotros un modelo de conducta conforme a su voluntad. Sí, acabo de decirlo. Hay cosas que debemos HACER si queremos seguir a Jesús.
Tomemos las palabras del Dr. Andrew Swafford, profesor de Teología en el Benedictine College.
Pablo espera, al igual que Jesús, que cuando nos encontremos con Él y recibamos el Espíritu Santo, nuestras vidas se transformen y nos convirtamos en un regalo para los demás. Jesús dice que si no visten al desnudo, si no alimentan al pobre, si no visitan a los sin techo, si no hacen estas cosas, no serán parte de mi Reino. Sus obras no les garantizan el acceso al Reino, pero esta es la expectativa de lo que el Espíritu Santo hará al transformarnos en discípulos hechos y conformados a la imagen de Jesucristo.
Apliquemos ahora este principio a la virtud de vestirnos intencionalmente bien, especialmente para la misa.
Nuestra fe auténtica en Dios siempre es de suma importancia. Vestirnos conforme a sus expectativas debe ser lo siguiente, ya que da testimonio de nuestra próspera vida espiritual. ¿Significa esto que no debes vestirte bien hasta que tu vida espiritual esté completamente resuelta? En absoluto. La fe inspira virtud, sí, y la virtud también inspira fe. ¡Es una combinación de ambas!
Apuesto a que ya sigues a Jesús. Las expectativas están establecidas. Ahora sé intencional en cada aspecto de tu vida, incluyendo tu ropa. Pídele a Dios que te revele cómo tu ropa lo honra. ¿Aún no estás seguro? Pregúntale otra vez. Una y otra vez. Llama y se te abrirá.